Básicamente cuando sales del doctor con una receta prescrita, sales con un formato de papel vagamente legible donde se alcanzan a distinguir levemente las dosis recomendadas escritas a mano alzada de escaza pulcritud. Te acercas a la farmacia, sacas tu número, esperas que te llamen y entregas la receta a quien este del otro lado del mesón. Este desaparece unos segundos y llega con las cajas en su mano, tras una serie de bips y un monto total, le entregas el dinero y ya tienes en tu mano una bolsa conteniendo lo recetado por el médico. Ahora tienes dos instancias, la famosa receta con las indicaciones y los remedios en cajas con descripciones de componentes y excipientes. Para un usuario poco ilustrado en componentes químicos lo que importan son los nombres, cada vez más complejos por lo cierto y muy poco pregnantes. El humorista Coco Legrand en alguna de sus rutinas hacía referencia a ciertos remedios de fácil asociación tales como Mejoral o Aliviol.
La estrategia es entonces, durante la latencia de días y horas que prescribió el médico, ingerir los remedios comprados de manera rigurosa. Tratando como primera medida no perder la hoja escrita con la receta. Sin ella, el plan es imposible de seguir. Lo adecuado y comúnmente usado es mantener todos los remedios en una única bolsa con la receta adentro con el fin de no perder ningún componente. Es decir, nuestra seguridad de no perder la información más valiosa para curarnos pasa por ser lo suficientemente precavidos en el resguardo de una hoja de papel mal escrita.
La última vez que tuve que recurrir al doctor salí con 3 remedios recetados. Un jarabe, unas pastillas de antibióticos y un descongestionante. Obviamente al tercer día perdí la receta y a través del sentido “común” pude completar el tratamiento. La famosa receta se me perdió entre papeles de la oficina, ya que 2 de los remedios debía tomarlos antes de almuerzo, no así el jarabe, por ende desde el día uno, separé uno de los componentes (el jarabe) del pack sanatorio.
El cumplimiento de la tarea propuesta, en este caso seguir los plazos y dosis recomendados se truncó por el hecho de perder la información relativa al proceso. La pregunta evidentemente es, ¿por qué las dosis no están de hecho en los mismos remedios?, que pasaría si las cajas tuviesen dicha información, o más bien el que atiende en la farmacia sea capaz de traspasar la información de la receta al objeto contenedor y eliminando el famoso papel mal escrito.
Son 6 datos que podríamos definir como necesarios para los usuarios que se ven en la necesidad de consumir un remedio.
En lo posible podríamos añadir el dato comentado arriba referente a las dosis recetadas, esto podría incluirse en la misma caja y anotarse o por el usuario o por el químico farmacéutico.
Las nomenclaturas de las cajas que podemos encontrar hoy en día en el mercado carecen en promedio de 4 de los 6 datos necesarios a mi criterio para el consumo de un remedio de manera segura y eficaz. Si hacemos un rápido estado de arte nos encontramos primero, con un diseño visual que prioriza el nombre de fantasía del producto, importante para el usuario que tiene que reconocerlo en casa.
Increíblemente, algo interesante ocurre en los consultorios de atención pública, donde la experiencia parece ser de mucha mejor calidad. Esto se da, a través de la entrega de las pastillas dentro de unas bolsas de papel, donde se detalla el contenido, las dosis y horarios de consumo. Además se da la dosis exacta, ni una pastilla más ni menos, es decir la entrega simple de los remedios en una bolsa de papel escrita cumple a cabalidad los 4 primeros puntos mencionados arriba como necesarios para una experiencia adecuada de consumo. Interesante si reculamos en que probablemente esta solución haya sido ideada ante la escasez de recursos para invertir en una solución de mejor “diseño”.
La preguntas que hay que hacerse apuntan entonces a lograr una correcta fusión entre un packaging que ofrezca una buena estrategia de comunicación general, pero que sea capaz de insertarse en la experiencia de cada consumidor de manera particular. Que sea capaz de formar parte de un sistema que asegure su buen funcionamiento y narre, de manera ordenada y coherente los pasos para que los medicamentos recetados se puedan consumir y se logre el objetivo principal de sanar.
Validating Medical Packaging / Amazon
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MSc in Human Computer Interaction (c) at UCL, London. UK. Managing innovative technologies Diploma, Oxford University. UK MA en Comunicación Aplicada UDD. Postítulos en Ergonomía y Marketing digital. Consultor en proyectos digitales y usabilidad. Linkedin http://goo.gl/7KHj3D
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Sergio Majluf - 13 years ago
Hola,
la problemática planteada es muy cierta, y tiene claramente la perspectiva empática que siempre debe estar presente en el diseño de experiencias. Me gusta particularmente cómo se conecta una propuesta de packaging con ese tema, y que no se enfrenta sólo como el contenedor de un medicamento.
El sector de anotación de latencia es algo que yo mismo – imagino que mucha gente más lo hace – hago en mis remedios, y sin duda con sólo ese pequeño cambio gráfico la experiencia de administrar los remedios mejoraría considerablemente. Por lo demás, agrega una cuota de individualidad (es «mi remedio») lo que aporta a la sensación de satisfacción y mejoría, y evita (potencialmente al menos) confusiones con medicamentos en similares empaques.
Buen post!
Chuqui - 13 years ago
Muy buena idea. Siempre he pensado que los codigos QR tienen muchos usos que estamos desaprovechando. ¿Quién escribió este post?
gusoto - 13 years ago
@Chuqui, gracias!, tengo la misma impresión que tú sobre los QR, supongo que el día en que algún producto de consumo masivo lo incluya o genere una táctica publicitaria en base al uso de ellos se podrán masificar. El post lo escribí yo. (@gusoto)